Decca, la discográfica con la que Gary Allan había editado sus dos primeros discos, cerró en 1998. Allan encontró su hueco en MCA y el cambio le hizo bien. Si en los trabajos que preceden a Smoke Rings in the Dark convenció a los amantes de los sonidos tradicionales que apuntan a Bakersfield, en éste se esfuerza por personalizar su música, con los arreglos orquestales y los coros ganando protagonismo, consiguiendo un resultado más exuberante y completo. Añadiendo toques que apuntan a Roy Orbison y, principalmente, en la línea de los atmosféricos primeros discos del también californiano Chris Isaak. Todo ello sin perder del todo su conexión con Buck Owens y Merle Haggard.
Recuerdo perfectamente el momento en que escuché por primera vez la canción "Smoke Rings in the Dark" que me dejó instantáneamente clavado en el sitio, absolutamente hipnotizado por la melodía, la impresionante interpretación de Allan y la tristeza y melancolía de una letra que nos habla de un amor apagado que se ha convertido en “anillos de humo en la oscuridad”. Todavía se me pone la piel de gallina cada vez que la escucho y me transporto directamente a aquel instante. Por otro lado, sigo sorprendiéndome y pierdo un poco más de la poca fe en el sistema que me queda cuando compruebo que sólo llegó al número doce en listas.
Cuando un inicio es tan excepcional las expectativas son altas y, aunque difícilmente podamos poner ninguno de los once cortes restantes a la misma altura, en términos generales cumplen brillantemente. Variados en estilos configuran una amalgama de sonidos muy rica. Encontramos reminiscencias sesenteras y no necesariamente Country en la versión, en mi opinión poco afortunada, del “Runaway” de Del Shanon que sirve para poco más que para que Allan pueda demostrar que es capaz de entonar un falsete. “Sorry”, salvando las distancias, nos recordará a aquellas canciones de los Stray Cats plenas de actitud. Entre los mejores cortes la tradicional y durísima “Don’t Tell Mama”, en la que un hombre que acaba de tener un accidente ruega al que le ha ido a socorrer, un momento antes de morir, que no le diga a su madre que estaba borracho porque no puede dejar este mundo con ella pensando que se ha reunido con Dios con su aliento oliendo a whiskey. Una canción de la vieja escuela en todos los aspectos.
¿Más variedad? Pues también hay un relajado neo-swing “Cowboy Blues”. Incluso, a pesar de su ritmo de pausado Honky Tonk, en ciertos pasajes de “I’m the One” no puedo dejar de pensar en Julio Iglesias (prestad atención a la entonación final de algunos de los versos). Sin que falten baladas que parecen seguir la estela de uno de los más finos estilistas de los 90, Mark Chesnutt, como “Bourbon Borderline” o “Greenfields”. Ambas magníficas. “Lovin’ You Against My Will” es más melódica y parece una continuación o un preludio a “Smoke Rings in the Dark”.
La consistencia y solidez de Smoke Rings in the Dark llegó al público pese a que debe ser de esos pocos discos que se convierten en platino sin haber colocado ninguno de sus singles en el número uno, pues “Right Were I Need to Be”, perfecta para la áspera voz de Allan, con su mensaje tan romántico y positivo como convencional, eligiendo a la pareja por encima de un trabajo que le aleja de su casa, se quedó en el cinco como posición más alta.
Personal:
Dan Dugmore (guitarra acústica & steel guitars); John Willis (guitarra acústica); Brent Rowan, Steve Gibson (guitarra eléctrica); Hank Singer (fiddle); Steve Nathan (piano, teclados); Michael Rhodes (bajo); Chad Cromwell (batería); Curtis Young, Bergen White, Lisa Cochran, Christy Cornelius, Brice Long, Randy Hardison, Marilyn Martin, John Wesley Ryles, Lisa Silver, Wynn Varble, Harry Stinson (coros); The Nashville String Machine (sección de cuerdas)